Con vértigo en la panza y miedo en la mirada alce la cabeza y ella allí estaba, reluciendo sus delicados rasgos de dama afrancesada, sus labios bailaban y sus manos la acompañaban de una manera sutil y delicada.
Valor y deseos de invitarla a bailar una pieza me invadían de una manera abultada pero sabia que al tenerla jamas podría volver a soltarla.